Que Karl Lagerfeld es un showman es algo que queda patente en cada desfile-espectáculo que idea para Chanel. Su creatividad no conoce límites a la hora de crear la necesidad de ver uno de sus desfiles y es por eso que siempre he dicho que el de Chanel sería el desfile que más ilusión me haría ver en directo. Supermercados, aeropuertos, galerías de arte, bistros… no sé si le queda alguna cosa más en la que convertir al Grand Palais, aunque en esta ocasión se le ha adelantado Saint Laurent puesto que el escenario parecía un gigante salón de los de antes (concretamente como el que usaba Coco Chanel en los años 60) en los que todos los invitados han podido ver el desfile en front-row.
Otra cosa ya es la colección en si. Karl lo tiene relativamente fácil en Chanel puesto que sus tópicos parecen incombustibles. El tweed, las perlas (a modo de collar largo y, cómo no, choker), los trajes de dos piezas para señoras adineradas, el 2.55… el kaiser no tiene más que darle a todo esto una vuelta de tuerca más cada temporada para volver a triunfar. Eso sí, el factor espectáculo también tiene cabida aquí, y en este caso, el diseñador ha intercalado entre sus ya conocidos total tweed looks (aunque los total look en denim también han tenido su momento), un momento gipsy-hippy que yo no acabo de entender muy bien (si bien es cierto que nunca me ha matado el flower-power en cuanto a términos fashionistas se refiere). Pero si algo quiero aplaudir del nuevo Chanel, es, una vez más, esa vibrante paleta de colores, sobre todo la del principio del desfile, con el rosa como color predominante (el efecto Jackie Kennedy está presente, pero tendrían que haber invitado a Natalie Portman para redondear la jugada… Oh wait! Que tiene contrato con Dior.).
¿Os gusta el tweed? ¡Pues tomad dos tazas!
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