Ayer flipé con un hashtag que fue trending topic durante prácticamente todo el día: #savemariajoyce, una Youtuber británica con una horda de fans que supusieron, al ver sus últimos vídeos, que estaba en peligro. En general, siempre me tomo estas cosas con escepticismo (y humor), como cuando salió que el Rubius tenía a niñas secuestradas… Y pensé, como muchos de los tuiteros que contribuyeron al TT, que era una estrategia muy bien orquestada (aunque no muy ética al suponer violencia y abusos de manera gratuita) para ganar seguidores. Pero…
No he sido capaz de encontrar el tuit que os quería poner aquí, pero uno de esos escépticos de los míos publico algo así como “respecto a #savemariajoyce sólo diré una cosa” y ponía dos fotos de sus seguidores antes y después del TT. Pero es que al inicio tenía más de 600k y luego 610k. NADIE monta este sarao para ganar 10k (si ya pasa de los 600). Así que la preocupación era pura y genuina. Algunos diréis, en este punto, que sus fans son unos ingenuos (o directamente tontos), pero en cualquier caso entregados y amorosos, seguro. Y tal fue el escándalo que montaron que acabo de leer que la policía fue a comprobarlo y emitió un comunicado para tranquilizar a sus seguidores (y para demostrar que habían hecho su trabajo, supongo). De nuevo, algunos diréis, en este punto, que menuda exageración y gasto de recursos públicos. Y sí, en cierto modo, es así. Pero con todas esas noticias que salen siempre en los medios sobre las perversas Redes Sociales, como si fueran un ente malévolo con voluntad propia (para hacer el mal), está bien tener un ejemplo del bien que pueden hacer o, mejor dicho (porque no, no tienen voluntad propia), de los buenos usos a los que pueden servir como herramienta: informar en directo de sucesos, comprobar el bienestar de los afectados (con Facebook Safety Check, por ejemplo) o denunciar públicamente algún problema, como hicieron los fans de esta chica. Oye, que te atacan en el metro o en la calle y nadie dice ni mu, mirando para el otro lado. Ahora, con suerte, alguien puede dar la voz de alarma con el móvil… Menos es nada.
Pero bueno, tampoco nos vamos a poner aquí a hacer (más) filosofía de las Redes Sociales… Lo que más me interesaba comentar del asunto es que no había oído hablar de esta chica en mi vida. Y eso que tiene más de medio millón de seguidores, que no es baladí. Pero no es la primera vez que me pasa. Hoy mismo, perdida en Instagram, saltando de un lado a otro, he descubierto, explorando el hashtag de #theGirl, el nuevo perfume de Tommy Hilfiger con Gigi Hadid, a una chica moníiiisima con más de 2 millones de followers: Stefanie Giesinger. ¿Os suena? Pues, repito: ¡2 millones de followers! El doble que la famosíiiiiiisima Dulceida y yo sin conocerla… Y no es la primera vez que me encuentro con influencers que apenas conoce nadie (siendo famosas). Vamos, que sin querer quitarles el mérito, que ya quisiera yo para mí la mitad de la mitad de la mitad de los seguidores de Dulceida o Chiara Ferragni (y sus likes), hay que relativizar mucho la fama de esas influencers. Y eso no quiere decir que no influencien (mucho) en su sector, sino que al final su sector sigue siendo marginal y a veces muy cerrado. Sin ir más lejos, yo conozco a estas chicas (o las voy descubriendo) porque estoy todo el día en ello, pero seguro que otros sectores tienen a sus otras influencers con las que jamás me toparé. En cambio, a una Angelina Jolie, a una Selena Gómez, o a una Kate Moss las conoce cualquier mortal, ¿no?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario