Los Boroboro son una etnia nigeriana que pertenece al pueblo de los Fulani. Desde tiempos inmemoriales se han dedicado a cuidar del ganado. Como son nómadas, con el tiempo se han ido desplazando hacia al norte de Nigeria, a las regiones occidentales de la República Centroafricana, llegando hasta las regiones del bajo y del alto Uele en el Congo-Sinshasa haciendo frontera con Sudán.
Se trata de un pueblo de aproximadamente unas 100.000 personas que se hizo muy famoso por la belleza tanto de sus hombres como de sus mujeres, por la riqueza de la artesanía que elaboran y por sus imponentes ceremonias por lo que han sido fotografiados y filmados en muchas ocasiones. La Dra. Elisabeth Boesen de la Universidad de Luxemburgo los estudió durante mucho tiempo sobre el terreno en el año 2000.
Los Boroboro o Wodaabe son principalmente musulmanes aunque sus prácticas ceremoniales revisten diferentes grados de ortodoxia. El Islam se convirtió en una religion importante para este pueblo durante el siglo XVI cuando el sabio El Maghili lo predicó entre las élites del norte de Nigeria lo que llevó a la conversion de las clases dirigentes de los Touareg, los Hausa y los Fulani.
Los Wodaabe son polígamos. Sus matrimonios son concertados por las familias de los futuros contrayentes cuando estos son todavía niños. La recién casada permanence junto a su marido hasta que logra quedarse embarazada, luego regresa junto a su madre hasta que el niño que nace cumple 4 años.
Una vez al año, coincidiendo con el final de la temporada de lluvias, los Boroboro celebran una gran fiesta de seis días y seis noches de duración. Cada clan familiar es representado por sus mejores bailarines y también por los más guapos porque han de enfrentarse durante un concurso de belleza masculina en el que el jurado está constituido por las jóvenes más bellas de la tribu. Al finalizar el baile se producen una serie de intercambios amorosos consentidos por parte de todos.
Pintiparados y drogados con una leche cocida con la corteza negra de un árbol llamado banohe los jóvenes enarbolan sus collares de perlas y sus amuletos y una pluma de avestruz blanca colocada sobre la frente. Ellos mismos son quienes diseñan sus vestidos.
Resulta curioso como estos rudos pastores nómadas se han visto obligados por ese culto tan especial que procesan por la belleza a feminizar su aspecto. Las mujeres también se dejan contagiar por este ambiente narcisista y se adornan con innumerables brazaletes para los ritos de seducción. Después del baile, elegiran aquel con el que durante una noche o para el resto de su vida, compartirán su catre.
Los cánones de belleza resultan muy estrictos, pero permiten una cierta creatividad en la elección de los adornos. El sumun de la belleza son los rostros ovalados de finos rasgos, narices estrechas y largas y dientes blancos y regulares. Para pintarse se suelen extender sobre la piel del rostro manteca mezclada con tierra de color ocre, y se pintan los ojos, los labios y las pestañas con carbon, trazando un raya amarilla sobre la nariz para alargarla.
Resulta curioso que en nuestra cultura todavía se sigan haciendo tantos aspavientos cuando algún chico se pinta los ojos con khôl, se hidrata la cara con un CC Cream que le de un poquito de color, o se pinta la uñas con esmaltes oscuros y que en estas tribus si quieren tener éxito tienen antes que maquillarse de los pies a la cabeza. Da que pensar, ¿no os parece?
Vía | Hintmag
En Trendencias Hombre Nuevo imprescindible en la belleza masculina: un lápiz de ojos para triunfar como Jon Kortajarena y Miguel Angel Silvestre
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La noticia Los Boroboro, un pueblo donde el mayor signo de masculinidad es ir maquillado fue publicada originalmente en Trendencias Hombre por Almudena Pérezminguez .
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