Hace poco, saltó la noticia de que Ralph Lauren se jubilaba. En realidad, el diseñador ha pasado las riendas (económicas) de su compañía a Stefan Larson, ex-presidente de la firma Old Navy (del grupo Gap). Si lo ha hecho por estrategia o por cansancio (o un poco de las dos) ya es otra historia. En cualquier caso, Lauren, que desde hace tiempo no peina más que sus canas, se mantiene como director creativo de la firma que fundó hace 48 años y no piensa retirarse. De momento: “cuando empiecen a diseñar cosas que no entienda, lo dejo”. ¿Por qué se resisten los diseñadores a jubilarse? ¿Será que la moda crea adicción o tal vez temen ver desde el banquillo (aunque sea en front row) cómo los que vienen detrás destrozan su legado, como le ocurrió a Yves Saint Laurent?
Uno de los ejemplos más significativos de este “morir en los talleres” es Coco Chanel, que falleció en 1971 preparando la colección para una Primavera/Verano que no vería.
Siguiendo su ejemplo, Karl Lagerfeld no sólo dice que no piensa retirarse (y miente sobre su edad), si no que cada vez hace más y más colecciones (y locuritas varias) para Chanel, además de llevar su marca y colaborar con Fendi. Quizás teme que le ocurra lo mismo que a su frenemy declarado, Yves Saint Laurent, que vio desde su retiro cómo el grupo Kering (antes, PPR) reconvertía su marca en algo que él desaprobaba de la mano de Tom Ford. Sabido es que el genio de la aguja querría haber nombrado a Alber Elbaz como su sucesor o incluso a Hedi Slimane, pero para él Tom Ford era un suplicio:
Con este (mal) ejemplo de jubilación o, antes, el de Hubert de Givenchy, que tampoco tira cohetes con lo que ha hecho LVMH con su nombre (tal vez por eso trata de distraerse con la fundación de su amigo Balenciaga, en busca ahora de nuevo diseñador), parece normal que los diseñadores se aferren a su legado: Carolina Herrera, Armani, Vivienne Westwood o Donatella Versace (¿o sólo parece mayor con tanta operación?) ya tienen edad de ir reclamando su pensión y, sin embargo, ahí los tenemos temporada tras temporada.
Un año sin OdlR.
Aunque también hay quien prefiere dejar las riendas de su marca en manos de otro (previamente escogido) para poder disfrutar de sus años dorados antes de que le pille el toro, como le ocurrió a Oscar de la Renta, fallecido hace apenas un año a las pocas semanas de apuntar a Peter Copping como su sucesor que, en lugar de integrarse a la firma paulatinamente, tuvo que coger ese toro por los cuernos nada más llegar por la muerte del diseñador.
Uno de los que ha sabido retirarse a tiempo (y con pingües beneficios, ya que la adquisición de su compañía por Phillips-Van Heusen Corp. incluía un continúo incentivo personal, además de los royalties por el uso de su nombre) fue Calvin Klein. Desde esa transacción, firmada en 2003, Francisco Costa se ocupa de la dirección creativa de la línea femenina y a él se le ve poco el pelo. Señal de que estará contento… Más recientemente, tenemos a Roberto Cavalli: la primera colección de Peter Dundas para la marca italiana se ha presentado hace apenas unos días en la Semana de la Moda de Milán.
Y por último, pero no por ello menos importante, The Last Emperor: Valentino, que dejó la maraca en manos de Alessandra Facchinetti, aunque la pobre no duró mucho porque al diseñador no le gustó cómo sonaba. Nota mental para Yves: ¿ves? Si te hubieses guardado el derecho a veto, te habrías ahorrado el disgusto. Ahora, la dirección creativa de la firma italiana está en manos del dúo formado por Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli y aunque no queda claro si son Valentino-approved (la envidia, que es muy mala, y los egos, peor) lo cierto es que están haciendo un trabajo espectacular mientras que el fundador se pasa el día (o los veranos) en su yate, en compañía de amigos y famosos como Gwyneth Paltrow u Olivia Palermo. ¿Quién creéis que será (o debería ser) el siguiente en subirse al barco tren de la jubilación?
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