¡Hola! Vamos a empezar la semana recordando un viaje muy chulo: nuestro family trip a Isla Canela. Nunca hemos sido en mi familia de veranear en el sur, siempre lo hemos hecho en el levante, así que la idea de explorar esta zona me apetecía mucho.
Partimos de Madrid en Ave hasta Sevilla. En el viaje, ya sabéis, no nos pueden falta las pinturas para que los chiquis aguanten un rato entretenidos. Íbamos todos con muchísimas ganas después de unos días de mucho trabajo. A los peques les habíamos puesto la cabeza como un bombo y nos habíamos servido de la frase: “Que este fin de semana vamos a Isla Canela” para motivarles cada día de la semana, especialmente a Leo que es al que más le cuesta.
Llegamos a Sevilla bastante tarde y allí alquilamos un coche en Europcar. Tuvimos problemas porque, a pesar de que habíamos reservado tres sillas de niño para el coche, no las habían incluido. La gestión de la incidencia no fue del todo correcta, pero finalmente salimos rumbo a Isla Canela.
Llegamos como a las 3 de la madrugada y todos nuestros males se terminaron cuando entramos en la habitación y vimos los detalles que habían preparado para los chiquis. Ellos emocionados y mamá frenándoles para poder sacar la foto. ☺ Nos encantó la bienvenida que nos brindaron en el Melia Atlántico.
Al día siguiente, lejos de dormir hasta tarde, estos se levantaron emocionados. Nos bajamos al buffet y aquello fue increíble. Los peques estaban desatados cogiendo cosas, no menos que su madre y su padre. ☺ Era como estar en el paraíso. Parecía imposible haber saltado de una situación estresante en Madrid a una tan pacífica en Isla Canela.
Después del desayuno nos fuimos directos a la piscina. Qué relax. Allí estuvimos un buen rato. Mia disfrutó muchísimo. Había clases de gimnasia con música muy animada. Estuvo muy gracioso.
Hacia la 1 decidimos salir del hotel e ir hacia la zona del puerto. Decidimos dar una vuelta en lancha que nos habían recomendado con la empresa Boat4you. El viaje en lancha fue de los momentos más increíbles del viaje. Íbamos a bastante velocidad y yo no podía dejar de mirar la cara de entusiasmo que ponían los chiquis. Estaban fuera de sí, emocionados. Dimos una vuelta por los puertos y las marismas… Fue súper bonito y os lo recomiendo hacer si vais a la zona. A los niños les encantó.
De ahí de vuelta a comer al hotel. El hotel en esta ocasión hacía las veces de casa. Teníamos media pensión así que llegábamos a mesa puesta. Comimos súper a gusto. Es increíble la variedad del buffet. Después todos a la habitación a dormir la siesta.
Por la tarde más piscina. Mia no quería salir de ahí. Yo ni me metí, pero la sensación de estar sentada en una hamaca sin el ordenador delante era grandiosa.
Hacia el atardecer nos fuimos a ver la playa. Me pareció impresionante. Estaba vacía y súper grande y limpia.
De ahí nos fuimos a un chiringuito que nos recomendaron que se llama Paradise que está justo al fina de la playa y es perfecto para ver el atardecer. Allí nos quedamos a cenar unos pescaditos que acompañamos con unos buenos mojitos. Como os comenté en su momento por Instagram, hay un concurso que promueven en Isla Canela por el que puedes ganar un fin de semana para dos allí. Simplemente tienes que subir en Instagram una foto de un atardecer y tagear la foto #cambiadeatardecer. Yo os animo a participar. Tenéis más información en esta web.
Al día siguiente repetimos súper desayuno y paseo por el puerto. En un momento dado decidimos ir a urgencias con Teo porque había parado de toser en toda la noche con los bronquios cogidos.
Allí lo solucionamos rápido, le pusieron una mascarilla de oxígeno y de ahí de vuelta al hotel, comidas y más piscina. Por la tarde nos fuimos a dar un paseo en bici por todo el paseo marítimo. Estuvo genial. Además me encantó porque, menos Teo, todos íbamos en nuestra bici. Al final del paseo paramos a tomarnos un helado riquísimo y cargadas las fuerzas, volvimos al punto de partida.
De allí nos fuimos al conocer el Hotel Isla Canela Golf. Esta visita fue otra de las que nos encantó. El hotel está ubicado, como su nombre indica, en medio de un campo de golf. El campo está súper bien cuidado. Dimos una vuelta en unos carritos de golf por todo el campo y los chiquis aprovecharon para refrescarse en los riegos.
En el hotel está todo muy cuidado y tiene tamaño pequeño porque precisamente lo que ofrecen es una estancia más especial, cuidada y tranquila. Nos estuvieron contando cómo funcionan y cómo suelen incluso cerrar el hotel para grupos. La verdad es que te daban ganas de cerrarlo para ti y tu familia y amigos. Estuvimos un buen rato charlando con Kostka que es el director del hotel y fue una gozada compartir experiencias con gente apasionada de su trabajo. ¡Te contagian la misma pasión! Así que ya sabéis otro alojamiento interesante en Isla Canela. Y con el plus de que si te gusta el golf, tienes todo en el mismo pack.
Después de esta visita nos fuimos a cenar unos pescaditos cerca del puerto y ya para el hotel cansados después de un día bastante intenso.
Nos quedaba el domingo y decidimos visitar Ayamonte. Es un pueblo chiquito que tiene alguna casita mona de las clásicas blancas tan típicas del sur. De nuevo de vuelta al hotel, piscina y comida. Los chiquis, sobre todo Mia, estaba encantada con la piscina y por ella no hubiera salido de ahí en todo el fin de semana. ☺
Antes de marchar a Sevilla nos cruzamos a Portugal a Villa Real de San Antonio. Era domingo y estaba casi todo cerrado pero me pareció una monada de pueblo. Súper cuco con fachadas blancas y calle peatonales. El puerto también muy bonito. Estando en Portugal, aprovechamos para comprar unos manteles, delantales con el estampado de gallo y unas cuantas tazas y cuencos de cerámica a súper buen precio.
De ahí corriendo para Sevilla con la mala suerte de que nos tocaron dos accidentes y a punto estuvimos de perder el tren. Fueron momento de mucho agobio en los que pensaba que Nacho y Leo se quedaban en tierra. Por suerte, en el último minuto todo salió bien. Qué de cosas me pasan siempre cuando voy de estaciones a trenes y taxis! ☺
En el tren de vuelta estos se pusieron a hacer de las suyas y, como ya iban con los delantales, empezaron a servir a los viajeros comida. Esta vez no nos tocó un vagón muy amable, la verdad, que si nos llegan a dar más juego, mis hijos la lían gorda ☺
Y hasta aquí este diario de viaje a Isla Canela. La verdad es que lo pasamos genial. Mia ha vuelto entusiasmada, tanto que de vez en cuando llora y pide volver a Isla Canela. Se le ha quedado un recuerdo increíble de la experiencia y al final, como madre, eso es lo que buscas cuando viajas con ellos. Así que, ¡misión cumplida!
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